Pesca sostenible, ¿qué es y en qué consiste?
España es históricamente un país de cultura gastronómica ligada al mar, incluso en las tierras del interior. Las múltiples civilizaciones que nos han ido llegando han conformado el país plural y abierto al mundo en que nos hemos convertido; y la mayoría nos llegaron por vía marítima. Lógico, las cuatro quintas partes del perímetro de la península Ibérica son costeras; dos de ellas de fachada atlántica, las otras dos abiertas al Mediterráneo.
Es Eco, es Lógico
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Nos hemos ido acostumbrando a consumir productos marinos, desde el exquisito marisco de nuestras costas y aguas cercanas, hasta el pescado fresco de proximidad, o bien conservado mediante sistemas tradicionales, antes salazones, ahumados y escabeches, hoy sobre todo congelación industrial.
Es probable que estas razones de tipo histórico nos hayan ido convirtiendo en la potencia pesquera que somos hoy, líderes europeos en capturas. Y, además, el quinto país más consumidor de pescado per cápita del mundo. Por supuesto, consumimos muchas menos salazones, ahumados y escabeches; preferimos el pescado fresco y, si acaso, congelado.
Pero el crecimiento incontrolable de la población mundial y nuestra casi infinita capacidad para contaminar las aguas nos obligan a tener que considerar hoy el impacto ambiental de todas nuestras actividades, incluida - ¡cómo no! - la pesca. Los criterios básicos de la sostenibilidad basados en la necesidad de conservar lo mucho ya adquirido y garantizarlo para el futuro, a ser posible del conjunto de la humanidad son exigentes en cuanto a la conservación del entorno natural. Por razones de supervivencia presente y futura: de ello depende que podamos alimentarnos todos, disponiendo de los recursos naturales imprescindibles hoy y, sobre todo, mañana.
Son recursos cada vez más renovables; y es que los que no lo son, como el carbón y los hidrocarburos de los que todavía depende hoy el 80% de la energía primaria bruta usada por el mundo, acabarán por agotarse, pero, además, lo harán contaminando en exceso el aire, el suelo y las aguas, como lo vienen haciendo desde hace más de un siglo.
Por eso la actividad pesquera está estrictamente regulada en todo el mundo; es la única forma de que siga siendo un recurso sostenible, además de deseable. De ahí que las distintas regulaciones a escala local, regional e internacional no pretendan otra cosa que mantener en positivo la famosa “tasa de renovación ecológica”, índice matemático que estima cuántas capturas de adultos de una determinada especie se pueden realizar, y en qué épocas del año es mejor hacerlo, con el fin de que queden suficientes reproductores como para mantener la población sin que disminuya.
Investigación científica
Para determinar todos los parámetros que ayuden a calcular con la máxima precisión ese índice necesitamos mucha investigación científica, nada fácil de realizar en alta mar en superficie y sobre todo a diversas profundidades, por razones obvias. De ahí el enorme interés de poder estudiar animales a cargo de grandes instituciones científicas comprometidas con los criterios de sostenibilidad, como, por ejemplo, la Fundación Oceanogràfic de Valencia y, ya a escala nacional, el Instituto Español de Oceanografía.
Todos estos estudios y estimaciones están consiguiendo determinar cuáles son los periodos de reproducción óptima, la forma de comunicarse los animales en situación de estrés, la tasa media de mortalidad y natalidad, las capturas declaradas y reales, y muchas otras magnitudes imprescindibles para una correcta regulación de la actividad pesquera.
Y los resultados llevan ya cierto tiempo siendo excelentes para la pesca de proximidad y el pescado vendido en Lonja; un control ejercido con la máxima exigencia por las propias cofradías de pescadores, que son las primeras interesadas en conservar su medio de vida. Hoy podemos estar seguros de que ese pescado no sólo llega con la máxima frescura a nuestras cocinas, sino que, además, es obtenido mediante prácticas sostenibles. Lo que no excluye el consumo de otras formas de conservación y presentación del pescado, por supuesto, siempre que cumpla la estricta normativa legal europea que controla el sector.
Un nuevo fenómeno ha venido a añadirse a este panorama conservacionista que pretende hacer de nuevo sostenible una gestión a gran escala de los alimentos que demanda, de forma creciente, el mundo moderno: la acuicultura. El pescado de acuicultura es tan sano, nutritivo y gustoso como el pescado fresco, y además ha sido controlado desde el nacimiento hasta la llegada a los mercados, garantizando así el estricto cumplimiento de la legislación. Y es que si hace milenios dejamos de ser cazadores y recolectores para convertirnos en ganaderos y agricultores, nada impide ahora que el proceso se adapte al “cultivo” de los peces, bajo los controles científicos y de productividad adecuados.
Se puede afirmar que el consumo de pescado fresco, sea de lonja o deacuicultura, es el más sostenible al garantizar tasas positivas de renovaciónecológica.
Kofi Annan: “El futuro pasa por invertir en ofrecer proteínas a la población mundial a un precio aceptable, minimizando el daño al medio ambiente con acuicultura y pesca sostenibles”
Parece, pues, que el binomio “pescado fresco y sostenible” no sólo puede triunfar en la mesa sino, sobre todo, de cara a la conservación de nuestro entorno marino, que ocupa más de un 70 por ciento de la superficie del planeta.