¿Por qué no me callaría? Cómo combatir la incontinencia verbal

‘Soy un bocazas’, ‘He vuelto a meter la pata’, ‘Ya no tiene remedio’, ‘Se me escapó’… Estas frases reflejan el sentimiento que se tiene cuando se habla de forma precipitada y poco reflexiva, es decir, cuando se habla demasiado. Hay personas que padecen esa incontinencia verbal (o bocachanclismo) lo que les genera problemas en las relaciones con los demás.

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El lenguaje tiene un gran impacto psicológico. Lo que se dice y cómo se dice cuenta mucho en la imagen personal. La comunicación verbal es una potente herramienta para establecer y mantener relaciones interpersonales. Por eso, ser capaz de ejercer control sobre ella es fundamental.

¿Por qué ocurre?

En algunos casos la persona habla de más como resultado de una cierta hiperactividad y falta de control sobre lo que hace. Se trata de personas muy activas y verborreicas, que no paran un segundo, que tienen la necesidad de saltar continuamente de un asunto a otro y que les cuesta regular su conducta.

En otros casos se trata de un hábito vinculado a alguna patología como la ansiedad. Son personas inseguras, con un estilo de discurso tajante, que se precipitan a decir lo que el interlocutor está sugiriendo, que necesitan decir todo lo que piensan sin respetar la dinámica del diálogo, que buscan el protagonismo y que tienen la necesidad de agradar a los demás para alimentar una falsa autoestima.

¿Cómo identificarlo?

A primera vista pueden parecer personas espontáneas, simpáticas y extrovertidas, pero cuando se las conoce un poco más se percibe en ellas una clara dificultad para el diálogo. La precipitación con la que hablan genera al poco tiempo un cierto cansancio y aburrimiento a la hora de iniciar conversaciones con ellos. Los rasgos que muestran más habitualmente son:

• Habla excesiva.

• Dificultad para respetar los turnos de palabra. No dejan espacio a los demás.

• Salto de unos temas a otros de forma impulsiva y poco planificada.

• Se pierden dentro de una conversación e imponen sus temas.

• Tendencia a dar sus opiniones sin considerar si es oportuno o no el hacerlo en ese momento.

• Se entrometen en los asuntos de los demás haciendo comentarios poco adecuados.

• Dificultades para manejar los silencios.

• Inmediatez en las respuestas que pone de manifiesto la falta de reflexión y planificación sobre la conversación.

• Arrepentimiento sobre algún comentario.

• Justificaciones frecuentes del tipo ‘Yo soy sincero, digo lo que pienso’.

El lenguaje tiene un gran impacto psicológico. Lo que se dice y cómo se dice cuenta mucho en la imagen personal.

¿Tiene solución?

Puede parecer paradójico, pero una persona que habla mucho dificulta la comunicación. Para que una conversación fluya es tan importante saber decir cómo saber escuchar y el incontinente verbal tiene grandes dificultades para escuchar.

Modificar este hábito es posible si se parte del reconocimiento y la necesidad de cambio. El entrenamiento en autocontrol y en habilidades de comunicación proporcionarán los medios para conseguirlo:

Autocontrol. Aprendizaje de estrategias que posibiliten la planificación e inhibición del impulso y de las respuestas automáticas.

Escucha activa. Habilidad para ofrecer al interlocutor señales de que se le está escuchando. Por ejemplo, pidiéndole más información con preguntas adecuadas, haciendo referencia a los detalles que está contando, manteniendo un lenguaje corporal adecuado y no interrumpiéndole mientras habla.

Asertividad. Estilo de comunicación que incorpora tanto la expresión y defensa de las propias opiniones y derechos, como el reconocimiento y respeto de los del interlocutor.

Autoevaluación. Seguimiento del proceso de cambio que supone asumir la responsabilidad que se tiene para absorber las dificultades que surjan y continuar en la dirección deseada.