5 consejos para gestionar el miedo al futuro

La incertidumbre o el miedo al futuro, a qué pasará, en muchas ocasiones, nos paraliza. A continuación, te damos pautas para gestionar estos sentimientos.

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Después de vivir meses sumidos en un progresivo exceso de estrés, fruto de la COVID-19 y sus consecuencias, apareció otra pandemia: la incertidumbre. Y también dos hermanos gemelos: el miedo y la ansiedad.

Esta sensación ha seguido creciendo en muchos de nosotros, llevándonos a pensar qué va a ocurrir con nuestro trabajo, con nuestra economía, con nuestra familia y si podremos mantener a nuestros seres queridos a salvo, física y económicamente.

Cada uno hemos tenido nuestra particular pelea para mantenernos a flote, con muchos factores estresantes, que nunca son buenos, y que son peores si van acompañados de incertidumbre. Y, ¿qué pasa si no puedes hacer nada para controlarla? Es, entonces, cuando crece nuestro nivel de malestar.

En muchas ocasiones, la incertidumbre juega un papel multiplicador de la ansiedad, que conlleva la pérdida de control sobre nuestro comportamiento, como ejemplo tenemos aquellas famosas colas del súper para comprar papel higiénico. Todo se reduce a una férrea necesidad de control sobre lo que nos acontece, respecto a lo que no podemos controlar y no deseamos que nos descontrole…, y que acaba con nuestra capacidad más racional para explicar semejante compra compulsiva.

Estos riesgos sanitarios, personales, sociales, económicos, etc., unidos a un alto nivel de indecisión e incertidumbre, cuando se prolongan en el tiempo, pueden acabar por doblegarnos, haciendo que nuestro día a día esté pendiente de un hilo.

¿Cómo gestionar la incertidumbre?

  1. Describe tu nivel de tolerancia: Pasados unos meses del confinamiento, donde hemos estado más susceptibles e irritables, también tenemos mayor capacidad de autoconocimiento y sabemos cuáles son nuestros límites. Ayuda mucho escribir cuáles piensas que son esos límites, revisándolos cada cierto tiempo, ayudando a reducir la intensidad de éstos porque nos asusta menos tenerlos presentes y nos ayuda a regularnos.

  2. Especifica la incertidumbre: Darle vueltas a circunstancias o situaciones sin sentido solo nos daña. Saber que tenemos esa tendencia a magnificar, en momentos de debilidad, puede llevarnos a no ser objetivos, de ahí la necesidad de ser concretos, para afrontar mejor nuestros planes, sin desgastarnos en pensamientos poco constructivos. Prueba también a escribirlo y verás cómo pierde fuerza cuando concretes una forma de afrontarla.

  3. Vive el presente: Nadie sabe qué nos puede deparar lo que hemos vivido; no podemos vivir en el pasado y, menos, del futuro. Practica ejercicios de mindfulness, para establecer límites en el momento presente. Lo mejor es cada día, durante 10-20 min, a la misma hora y en un entorno tranquilo.

  4. Céntrate en la resiliencia: Piensa en lo que eres capaz de hacer hoy, las próximas horas. Las estrategias y energías han de ir dirigidas a disfrutar lo más positivo de lo que nos rodea y con quién podemos hacerlo. Serán pequeñas cosas, normalmente, sin importancia, pero son las que más echamos de menos cuando no las tenemos. Seguro que, si las piensas y las escribes, tendrás un montón. ¡Haz la prueba!

  5. Busca apoyo: Es lícito que puedas sentirte agotado. Pide ayuda a tus amistades. Sabemos que el mal de muchos consuela. Sin buscar consuelos innecesarios, sin caer en el victimismo, apóyate en quien confías y cuéntale qué has pensado, cómo has diseñado la forma de enfrentarte a la incertidumbre. Verás cómo recibes apoyo. Y, si no lo ves claro, siempre puedes apoyarte en un profesional