Mindfulness para reducir la ansiedad
Preocuparse es ocuparse de algo con antelación. Todos nos preocupamos alguna vez, pues se trata de una experiencia que las personas compartimos. Responder con preocupación ante las situaciones estresantes es una forma habitual de afrontarlas que puede ayudar a resolver problemas.
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La preocupación es adaptativa, pero a veces se convierte en excesiva, estando presente de forma continuada en las vidas de quienes las padecen y pudiendo llegar a convertirse en patológica.
Cuando las preocupaciones están relacionadas con sucesos probables, nos ayudan a mantener la conciencia en situaciones sin resolver y a preparar una respuesta anticipada ante la amenaza. En cambio, cuando se centran en todos los peligros posibles, sin contemplar que muchos de esos peligros nunca llegarán a ocurrir, ya no es tan efectiva.
No es posible afrontar lo que no ocurre, por tanto, anticiparse a situaciones impredecibles puede elevar el nivel de estrés, pudiendo generar efectos nocivos para la salud física y emocional.
¿Por qué nos preocupamos tanto?
Muchos son los caminos por los que se puede llegar a un estilo de vida marcado por la preocupación excesiva. Se pueden activar estados de preocupación frecuente a partir de las sensaciones de no controlar o de no ser capaz de conseguir resultados deseados en situaciones difíciles. También se puede llegar por otra vía, como es el sesgo atencional. Algunas personas creen que son más probables los sucesos negativos que los positivos.
En otros casos se intentan generar tantas consecuencias negativas como sea posible a una situación potencialmente amenazante. El objetivo es prevenirlas, ya que se confía poco en uno mismo para resolverlas.
También la preocupación se alimenta de creencias supersticiosas, algunas personas piensan que preocuparse por algo provocará que no ocurra. Se le concede un papel de ‘utilidad’ que se va reforzando diariamente, ya que muchas de las cosas por las que nos preocupamos no llegan a ocurrir.
Por último, la preocupación va de la mano de una reducida tolerancia a la incertidumbre. Cuando se tiene predisposición a reaccionar negativamente ante situaciones inciertas, independientemente de su probabilidad de que ocurran y de sus consecuencias asociadas, se generan cascadas de pensamientos del tipo ¿Y si..? que mantienen encendido un estado permanente de preocupación.
¿Qué podemos hacer?
El mindfulness puede considerarse una filosofía de vida a la que en la actualidad se le ha dado un enfoque científico y pragmático. Es una de las terapias psicológicas denominadas ‘de tercera generación’.
No sólo es eficaz para las intervenciones terapéuticas, también se utiliza como programa educativo para ayudar a manejar el malestar, reduciendo el estrés, la ansiedad y la infelicidad.
Ayuda a que la persona se centre en el momento presente, que preste atención de manera consciente a las experiencias del momento con interés, curiosidad y aceptación.
Además, el mindfulness puede ser una potente herramienta para mejorar la calidad de vida, para reforzar de forma activa el proyecto personal elegido.
6 TIPS PARA NO PREOCUPARSE POR TODO
El mindfulness puede ayudar a construir una mente ‘sabia’, se centra en la toma de conciencia de la realidad presente, en poner el foco en lo que ocurre en el momento presente, favoreciendo así la flexibilidad atencional.
La práctica de las siguientes habilidades ayudará a conseguirlo:
1. Observar: atender las experiencias internas y las externas tal y como ocurren en el momento presente
2. Describir: aquello que se observa, sin calificativos ni etiquetas, poniendo en palabras la propia experiencia.
3. Participar: adentrarse en lo que se está viviendo, integrarse en la acción.
4. No juzgar: adoptar una actitud no evaluativa.
5. Atención consciente: aprender a focalizar la atención en lo que se está haciendo en el momento presente, centrándose con plena conciencia, sin dividir la atención.
6. Actuar con eficacia: aprender habilidades para afrontar las cosas según los objetivos personales y las demandas de cada situación.