Problemas en adolescentes: cómo enfrentarlos
Los problemas en adolescentes no deben de ser descuidados. Conoce los más frecuentes y cómo ayudarlos en sus problemas. No esperes más.
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No es fácil tratar a un adolescente. En muchas ocasiones, los padres tenemos dificultades para comprender a nuestros hijos. En la etapa de la adolescencia se producen muchos cambios: físicos, psicológicos, hormonales… Cambios que suponen una transformación en toda la red neuronal y de crecimiento físico continuo en todo su cuerpo.
También se producen cambios en su capacidad cardiorespiratoria, que, añadidos a todos los cambios físicos y fisiológicos, implican un elevado gasto energético y son la causa de que los adolescentes se sientan, en ocasiones, cansados fácilmente.
Es posible que necesiten que se le recuerden varias veces que tienen que limpiar su habitación o acabar tareas sencillas. Se muestran desafiantes, distantes y tienen conductas que, en muchas ocasiones, no se corresponden con el estilo educativo que queremos para ellos. A la vista de un adulto, este comportamiento puede parecer anormal, incluso asociado a un problema psicológico.
¿Es normal la agresividad en adolescentes?
Algunos de los comportamientos de riesgo, y que implican una mayor vigilancia por parte de los padres son los siguientes: consumo de alcohol, drogas, conductas con riesgo sexual, uso de dispositivos electrónicos y redes sociales; por otro lado, a nivel psicológico, labilidad anímica, emocional y afectiva, cambios de humor, agresividad, ocultar, mentir, desconfiar, hurtar, desafiar la reglas y discutirlas; además, cambios en la forma de vestir, reducción de la comunicación con los padres, pasar más tiempo con los amigos e indecisión. Todo un elenco de cambios que pueden llegar a inquietar a todos los que conviven con ellos.
Asimismo, los adolescentes están expuestos a una serie de factores estresantes que ponen en riesgo su desarrollo: trastornos de conducta alimentaria, ansiedad, adicciones, vulnerabilidad emocional y física, presión social por parte de los compañeros, amigos y padres, así como la presión académica.
Todos estos factores tienden a reprimir sus sentimientos y a no hablar de ellos. Muchos adolescentes piensan que hablar de sus emociones es un signo de debilidad. Otro rasgo importante, añadido a su indecisión e inseguridad, es la imprudencia, lo que les lleva a cometer y a seguir conductas de riesgo (alcohol, drogas, sexo…).
No dudes en pedir ayuda: los profesores, tutores, pediatras, amigos… pueden ayudarnos a enfocar los problemas. No tenemos que ser capaces de resolver todos los problemas de nuestros hijos. Cuando nos excedan o nos llamen la atención, hemos de procurarnos apoyo externo a la familia.
Tips para lidiar con un adolescente
Crea una relación de confianza: esta relación se genera desde que son pequeños, no se puede pretender un cambio de hoy para mañana. Mantén una relación abierta con tus hijos, sin prohibiciones, pero con límites, compartiendo cosas importantes de la vida, lo que permitirá que tu hijo mantenga una apertura de diálogo contigo.
Empatiza: seguro que recuerdas cómo fuiste tú de adolescente. Es posible que pienses que antes tú no tenías ese comportamiento tan irrazonable. En su momento tus padres pensaban lo mismo de ti. Es bueno ponerse en el lugar y tratar de comprender su perspectiva. Hay que validar su experiencia y aportarles criterio, sin imposición.
Ejemplo, no razones: las actitudes coherentes y consistentes que los padres llevamos a cabo son particularmente importantes. Parece que no hacen caso, que no nos ven, pero son esponjas de nuestras acciones, que transmiten criterio sobre el cómo hacer ante situaciones similares. Es más importante nuestro ejemplo que cualquier sermón adoctrinador que les demos.
Amistades: el sentido de identidad de los adolescentes se basa en su grupo de amigos, con quien más rato pasan. Tienen sobre ellos mucha ascendencia. Invítalos a casa. Conócelos. Habla con ellos e intenta que confíen en ti. Muéstrales apertura: si tu hijo llega a casa y dice que sus amigos dicen “tienes unos padres que molan”, puede ser buen síntoma.
Respeta su espacio y tiempo: los adultos vivimos en nuestras casas y dentro de ellas están las cuevas de los adolescentes. Con límites respecto a la relación y convivencia familiar, tienen que disponer de tiempo y espacio para su intimidad, no tanto de carácter físico como material. No tocar sus cosas o pretender enterarse de sus conversaciones no facilita el vínculo de confianza.
Ofréceles ayuda y cariño, sobre todo, si te rechazan: son reservados en sus cosas e incluso piensan que es correcto hacer caso omiso al ofrecimiento de ayuda de sus padres. La necesidad de ayuda de un adolescente suele ser inversamente proporcional al nivel de cariño que necesita. Sin ser pesados, es bueno que sepan que se les quiere y que estamos orgullosos de tenerlos. Fortalecemos mucho la autoestima con este simple gesto afectivo.