Sheila Blanco
Los cinco de
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Por la realización de este reportaje, Sheila Blanco y Consum entregan 500€ a Arrels Fundació, situada en Barcelona.
Después de combinar varios años su profesión como periodista de radio y televisión con la música, Sheila Blanco decidió volcarse de lleno en el canto y la composición mientras continuaba su formación artística. A lo largo de sus primeros pasos como cantante, ya se alzó con el galardón a la mejor banda novel de la Sala Juglar junto al grupo Toch, con los que posteriormente grabaría su primer disco, Sheila Down. Posteriormente, su gran amor por el jazz la lleva a conjugar su labor como docente conformando su propia metodología en técnica vocal moderna y asesorando a profesionales del cine y teatro. Entre otros proyectos, ha trabajado de la mano de artistas como Pastora Soler, Raphael y Alejandro Sanz y, actualmente, prepara la grabación del disco de su proyecto poético-musical Cantando a las poetas del 27.
Aquí van sus "cinco de":
JAMÓN IBÉRICO
Como salmantina podría comerlo todos los días. Soy entusiasta del jamón desde que recuerdo, y procuro darme el capricho siempre que puedo, acompañándolo con un buen vino tinto.
MANZANA
Es mi fruta favorita por varias razones. Hay de muchas clases con diferentes sabores y texturas, siempre sienta bien, puede usarse tanto para postres como para ensaladas y la puedes llevar en el bolso para degustarla en cualquier lugar. Además es sanísima. Dice un viejo proverbio inglés: «An apple a day keeps the Doctor away». Pues eso, que si comes una manzana al día mantienes al médico en la lejanía.
GAMBAS
De todos los manjares que nos ofrece el mar, me quedo con la gamba blanca. Cocidas o a la plancha y con un poquito de sal, si son buenas, no les hace falta nada más. Puedo comerlas cual pipas.
PAN
Adoro el pan en todas sus variantes: blanco, integral, de centeno, con cereales, con frutos secos, con pasas, de higo... Eso sí, hecho con masa madre y reciente, horneado en el día. Me encanta tostado, untado y acompañando cualquier plato caliente.
TOMATE
Cuando veo y huelo un buen tomate, se me hace la boca agua. Soy capaz de comerlo como si fuera una manzana, pero reconozco que troceado y con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra por encima es insuperable.