INES MARTÍN RODRIGO

Los cinco de

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Por la realización de este reportaje, Inés Martín Rodrigo y Consum entregan 500€ a Asociación Española contra el Cancer.



Inés Martín Rodrigo es escritora, periodista y ganadora del prestigioso Premio Nadal 2022, por su novela Las formas del querer. Está considerada una de las periodistas culturales más importantes del panorama nacional. Martín Rodrigo forma parte actualmente del equipo del suplemento literario Abril, del grupo Prensa Ibérica, y es colaboradora de “El ojo crítico”, el programa cultural de RNE. Anteriormente, trabajó durante catorce años en el área de cultura del periódico ABC. También son suyas las obras Azules son las horas y Una habitación compartida: conversaciones con grandes escritoras, y el cuento infantil Giselle

Aquí van sus "cinco de":


  

LECHE

Desde que era niña, recuerdo como uno de los mayores placeres de mi infancia los vasos de leche bien fría que mi abuela Antonia nos preparaba para merendar, junto con una onza de chocolate y un trozo de pan, a mi hermana y a mí. Ayer mismo me lo volví a preparar yo, y cada vez que lo hago me lleva a ese lugar, tan lejano ya, donde todo era posible. En todas las familias debería haber siempre un ritual así.

  

MANDARINAS

Cada estación del año –y eso que ahora casi no las hay, por desgracia– tiene, para mí, un olor característico. La primavera huele a azahar y a romero; el verano, a crema solar –como no soy amiga de las marcas, no diré la que todos los españoles llevamos décadas usando–; el otoño, a castañas asadas, y el invierno, a mandarina. 


  

ACEITE DE OLIVA

Lo llaman oro líquido y no es una exageración. Es uno de nuestros tesoros gastronómicos más ricos y ojalá fuéramos capaces de sacarle todo el partido que se merece; también más allá de nuestras fronteras. No hay nada más rico que un trozo de pan recién tostado con un chorrito de aceite. ¡Gloria bendita!

  

TOMATES

Volviendo, de nuevo, a mi infancia en ese pueblo de Cáceres (Extremadura) en el que tuve la suerte de crecer, en las mestresiestas de calor insoportable, en las que nada se podía hacer más que estar en casa y esperar, esperar y esperar, recuerdo a mi abuelo Fidel preparando en la cocina unos tomates del huerto a los que, una vez partidos por la mitad, echaba azúcar. Sí, azúcar, nada de sal. Así los tomaba yo entonces y así los sigo disfrutando, claro que ahora no saben igual.

  

MERLUZA

Estoy convencida de que tenemos dos familias: la que nos toca por razones sanguíneas, obligada, de algún modo, a querernos, y aquella que elegimos, la que vamos construyendo a lo largo de toda nuestra vida, formada por nuestros amigos. Yo tengo la suerte de tener dos grandes familias; y la de mis amigos, sobre todo amigas, es de Santander (Cantabria). Hasta allí me voy, en lo gastronómico, para elegir el último producto de esta peculiar cesta de la compra: la merluza. Cada vez que voy a Santander la como y siempre que lo hago me doy cuenta de la suerte que tengo, por todo.