El sabor está en el interior: ¿a qué sabe tu pueblo?
Los alimentos con el toque de pueblo son inconfundibles y nos remontan a la infancia y a esos platos que están en casa de toda la vida. Como cada momento de las vacaciones, cada sabor es único ¿Veraneas en el pueblo? ¿A qué te sabe?
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Viajar con gusto
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Desayunos tranquilos con queso de servilleta sobre una tostada, arroces relajados con su larga sobremesa, meriendas en la calle con roscos de anís, cenas con el embutido como protagonista o veladas en la terraza a base de horchata, merengada o helado de turrón… Estos sabores nos llevan directamente a los momentos de relax allí donde parece que se para el tiempo: en los pueblos. Recorremos algunos lugares clásicos de veraneo del interior y ‘paladeamos’ sus delícias típicas.
El interior de las tres provincias de la Comunitat Valenciana ofrece un menú completo: los embutidos y quesos de las comarcas de Castellón con sus rutas a pie y sus piscinas naturales, como las de Montanejos, los vinos y pastas del interior de Valencia, como por ejemplo en Titaguas, con sus remansos de tranquilidad y su frescor nocturno, y los helados artesanos de Alicante que tienen en Ibi y Xixona sus capitales indiscutibles
Platos fríos como la escalibada y la esqueixada (similar al esgarraet) son un aliciente más para disfrutar de los pueblos de interior de Cataluña. Las sabrosas y variadas cocas saladas, siempre listas para llevar, son ideales para practicar senderismo en parajes como el Valle de Núria, Monserrat, Aigüestortes, Valle de Arán o la comarca de La Garrotxa, en la que no podemos perder con sus imprescindibles yogures.
Andalucía guarda también secretos gastronómicos y turísticos en su interior. Acompañar sus gazpachos y salmorejos con tapas variadas y rematar bañando alguna pieza de repostería con aguardiente es puro placer para los sentidos en Sierra Nevada, la alpujarra granadina o de ruta por los pueblos blancos.
La riqueza de la huerta de Murcia llega también a las mesas de sus tranquilos pueblos más alejados de la bulliciosa costa, pero con atractivos culturales y la naturaleza como reclamo. Moratalla, Aledo, la Sierra Minera de la Unión o la Sierra de Espuña son el contrapunto perfecto a las concurridas playas del Mar Menor.
Y en los pueblos de Castilla-La Mancha y Teruel, y aquí sí que sí con una rebequita por si hace fresco por la noche, se puede disfrutar de sabrosas raciones con el jamón, la carne de caza o el embutido como protagonista. Si es posible para redondear la propuesta, acompañar con un buen vino. Historia, patrimonio y cultura se unen a la oferta gastronómica: desde poblaciones como las monumentales Alarcón, Uclés o Belmonte pasando por la Mancha más rigurosa de El Toboso, Mota del Cuervo o Alcázar de San Juan y hasta llegar a las más alejadas y cargadas de patrimonio, Sigüenza y Molina de Aragón.